Hambre by Michael Grant

autor:Michael Grant [Grant, Michael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2009-05-26T04:00:00+00:00

* * *

El McClub estaba cerrado. Había un cartel en la puerta donde decía: «Lo siento, está cerrado. Mañana reabrimos».

Duck no sabía qué lo había atraído hasta allí. Claro que estaba cerrado, pasaba de la medianoche. Solo ansiaba compañía. Esperaba que hubiera alguien por allí. Más bien cualquiera.

En los tres días —bueno, técnicamente cuatro, dado que ya eran más de las doce— transcurridos desde que Duck atravesó el fondo de la piscina, lo cierto es que su vida había conseguido empeorar. En primer lugar, había perdido su oasis privado de calma. Obviamente la piscina ya no se podía arreglar. Se había esforzado un poco en buscar otra piscina, pero no había encontrado otro lugar tan fantástico como el que había perdido.

En segundo lugar, nadie le creía. Se burlaban de él. Los chavales no se molestaban en ir a comprobar la piscina para ver si el agujero estaba realmente allí. Y por supuesto Zil y sus amigos gamberros no habían dado precisamente la cara para validar el relato de Duck.

Cuando hablaba a la gente de su poder extraño y que no había pedido, le exigían que se lo mostrara. Pero Duck no quería. Para empezar porque tenía que ponerse furioso, y Duck no era una persona malhumorada.

Pero lo más importante era lo que implicaba hundirse en el suelo. Y Duck no lo pasó bien la primera vez que sucedió. Tuvo mucha suerte de haberse desmayado antes de caer por la cueva. Podría haber continuado cayendo hasta alcanzar el núcleo líquido de la tierra. Esa era la imagen que tenía en mente, en cualquier caso. Caer a través del suelo, atravesando la corteza y el manto y las otras capas que había, sobre las que debía de haber aprendido en la escuela pero que ya no recordaba, bajar hasta el gran núcleo líquido de metales y roca.

Se imaginaba que sería como la escena al final de El señor de los anillos. Él sería como el Gollum, que nadaba unos pocos segundos en la lava hasta quedar incinerado.

Pero aquella imagen era casi un alivio comparada con la otra posibilidad: que lo enterraran vivo sin más. Que cayera más de treinta metros por la tierra y no hallara modo de salir. Se ahogaría lentamente mientras las paredes de tierra del agujero se llenaban, los terrones le caían sobre la cara vuelta hacia arriba y la tierra le llenaba los ojos, la boca, la nariz.

Se agarró el pomo de la puerta del McClub para tranquilizarse. Aquellas imágenes eran pesadillas. Cada vez eran más frecuentes en sus pensamientos.

No ayudaba que nadie más se tomara en serio su problema. Los chavales se reían de su historia. Todo les parecía divertido. La parte en la que atravesó el fondo de la piscina. La parte de la cueva. El lado radiactivo de la cueva. Los murciélagos azules. Cómo salió de las olas, medio desnudo y tiritando. Cómo trepó por el acantilado desde la playa, obligándose a sonreír felizmente para que el enfado no le hiciera hundirse y seguir cayendo. Trepar fue lo más fácil.

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